Hace algunos días salió la noticia de que el próximo artista que ocupará con su obra el prestigioso espacio de la Turbine Hall, en la Tate Modern de Londres, será el chino Ai Weiwei.


Aunque los detalles de la misma exposición no serán revelados hasta octubre de este año, ya se ha anunciado quién será el afortunado artista que tendrá el honor de trabajar en esta importante sala.

Antes de su esperada obra, fueron protagonistas allí la gran araña de Louise Bourgeois, el Weather Project del Artista Nmac Olafur Eliasson,

la obra en PVC de Anish Kapoor, entre otros trabajos.

The Guardian ha descrito la elección como su comisión con mayor riesgo político hasta la fecha, por las tendencias del trabajo de este artista.
A pesar de su influencia en la escena internacional, ya sea como arquitecto, editor, restaurador o patrón de las artes, el estatus cultural de Ai Weiwei no fue suficiente para protegerlo el año pasado, cuando la policía china entró en su habitación de un hotel, golpeándolo tan gravemente que los cirujanos tuvieron que remover 30ml de fluido de su cráneo para que sobreviviera, siempre según el periódico The Guardian.
El ataque fue una reacción a «Remembering 2009», una pieza en la que el artista examinaba la muerte de 5.250 niños, después el terremoto de 2008 en Sichuan.
Es cierto que el artista tiene algunos problemas con el gobierno chino, su blog ha sido cerrado y sus cuentas bancarias investigadas por parte de la policía.
Estuve a punto de morir: afirmó Ai Weiwei después de su operación, Si hubiera sido más grave, no estaría aquí. El punto es que si quieres afirmar algo en China, te encontrarás en peligro por expresar tu opinión.
Como cuando, en los Juegos Olímpicos en Beijing en 2008, después de haber colaborado con Herzog y de Meuron – también los arquitectos que transformaron la central eléctrica de Bankside en la Tate Modern – pasó a intentar boicotear el evento en el estadio Nido de Pajaro, y criticar la participación artística occidental.

Su arte suele ser efímero, y puede ser interpretado como una sucesión de gestos.
Además su vida influye sin duda en algunos de sus trabajos, en sus contestaciones y su manera de expresarse.
Su formación artística fue influenciada por Marcel Duchamp y el ready-made, su característica crítica institucional fue el resultado de su experiencia cuando el padre, el poeta Ai Qing, fue condenado al ostracismo durante la revolución cultural y la familia pasó varios años en un campo de trabajo.
En 1981 se trasladó a Nueva York y vivió allí durante 12 años.

El arte de Ai quizás sólo tiene sentido en términos de su relación con China; su presencia en la sala de turbinas no se pueden ver fuera de este contexto.
Por eso la cuestión no es lo qué va a hacer en la Tate Modern, sino de cómo su trabajo será leído.

La exhibición se presentará desde octubre de 2010 hasta abril de 2011.

(Fuente The Guardian)

«Ai Weiwei, un artista contra la autoridad» 16/05/2009, El País